miércoles, 12 de noviembre de 2008
Tiempo
Tiempo
Menudos granos de vida recorridos
Partículas alegres de futuros dormidos.
Tiempo
Estación de esperanza donde parten los sueños,
Donde viajan las ansias,
Donde esperan los anhelos.
Tiempo
Gravedad de lo leve
De lo eterno...
O lo breve.
Contención de mil gestos,
Libertades de vuelos.
Tiempo
Partirás y vendrás
Con tu vestido de años,
Entre el viento de otoño,
Entre el blanco de invierno.
Te asomarás al sol
De primavera
Y nadarás...Azules veraniegos.
Tiempo. En ti.
La tierra
El aire
El agua
Y las estrellas
(Ángela Becerra)
PD Este poema tan bonito se empleó en una campaña publicitaria muy habilidosa de un producto manifiestamente mejorable (político que es uno) pero realizada con tino y gusto.
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Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Cortázar, quién si no?
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