viernes, 23 de julio de 2010

Menos mal que nos queda Portugal


O mas bién al contrario. Tras mas de diez años transcurridos desde la última visita al cabo de San Vicente, fortaleza del infante don Enrique y la villa de Sagres, tengo que reconocer con gran pesar que los hermanos lusos se han dormido en los laureles del sueño europeo.

Orientada la zona al turismo de sol y playa barato, surfero y cateto - modalidad descamisada -, la mal comunicada ciudad de Sagres cuya oficina de información al turista cierra a mediodia (las 12 concretamente) carece absolutamente de comercio, zonas peatonales o servicios decentes de restauración aparte de los de comida rápida.

Pero lo peor ha sido constatar que durante estos últimos diez años, el estado de abandono del monumento dedicado a Don Enrique ha aumentado pese a la inversión comunitaria. Se han limitado a construir una moderna cafeteria y tienda de regalos en su interior, y una lustrosa entrada donde cobrar entradas a los turistas. Por lo demás, ya no abren el centro de interpretación, los cañones (dos solo esta vez) se deterioran herrumbrosos y la pequeña capilla apesta a humedad que resulta irrespirable contemplar el retablo. Patético.

El grado de abandono es tal que resulta dificil transitar y subir por las pendientes que permiten el acceso a las murallas, por no decir que el lugar no es accesible a minusválidos, por descontado.

En fin, nunca mais.

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