Había pasado ya mucho tiempo,desde aquel fatídico día en el que mi padre llegó corriendo a casa y nos saco a todos de allí por la puerta trasera, momentos antes de que la policía entrase y prendiese fuego a todo lo que habíamos poseído, a toda nuestra vida.
Mucho tiempo, desde que mi madre contrajo aquella enfermedad, que apagó su vida, como la leve llama de la vela que la iluminaba,pero,no sin antes haber contagiado a sus hijos mayores, que cuidaron de ella.
Mucho tiempo desde que mi padre y yo tuvimos que abandonar a mis hermanos en la choza en la que habíamos estado viviendo, para no contagiarnos de aquella enfermedad.
Sí, había pasado mucho tiempo, pero eso no puede evitar, que cuando pienso en nuestra casa de campo, en mi madre, o en la radiante sonrisa de mi hermana, sienta algo en el corazón, algo que puede asemejarse a un tristeza sin límites. Igual que no puede evitar que una lágrima surque mi mejilla cada vez que pienso en todo lo que he perdido por el camino, para llegar hasta aquí.
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